Cantaba un jilguero, escondido,
cantaba a su amada
para que despertara.
Amanecía, y el no quería
que se perdiera el milagro,
el baile de las gotas de la alborada,
las que esperaban, pacientes,
a que ella abriera las pupilas
para iniciar
su baile de mil colores.
-marian tarazona-