Áridos tus ojos,
esos que acarician
suavemente mis entrañas.
Dedos arrugados,
cansados de buscar
una piel que acariciar.
Las horas, lentamente,
caminan hacia su inexorable final.
Y, mientras tanto,
el horizonte se tiñe de blanco,
ligando eternamente
recuerdos y olvidos.
-marian tarazona-