Yo llamaba,
y casi nunca respondías.
Pero, cuando algo en tu alma
se revelaba,
cuando la vida no te daba
lo que querías,
te acordabas de mis aldabas
y , entonces,
eras tú quien llamaba a mi puerta,
una y otra vez.
y yo, una y otra vez,volvía a invitarte
a cruzar el zaguán.
Así, durante días, semanas y años...
Hasta que, un buen día,
el llamador se oxidó,
lo mismo que la cerradura.
Pero, para entonces,
yo ya no habitaba el viejo caserón.
-marian tarazona-