La mañana llora,
como un niño confinado
que no puede salir
a corretear al parque.
Lo mismo que un anciano
aparcado en una residencia,
o como los amantes
condenados a no verse.
La mañana llora a la espera,
que viene de esperanza,
de que el río desbordado
vuelva a su cauce,
De volver a una cotidianidad
que muchas veces nos agobia,
pero que, cuando caemos
en un caos incontrolable,
nos hace comprender
que nuestro día a día,
con sus aciertos y sus errores,
es lo mejor que tenemos.
-marian tarazona-