Tumbada a tu lado, y en silencio,
sin apenas respirar, levanto mi mano
y hacia ti la acerco.
Mi dedo a un milímetro de tu piel,
semejando una mariposa,
pasea por tus poros.
Absorbo tu sudor, lo bebo,
e intento calmar esa profunda sed
que de ti siento.
Una rendija en la ventana sonríe,
se alía con la magia,
y un rayo juguetón se posa en el tálamo.
Sobre él, despacito,
danzan miles de estrellas doradas,
millones de sueños inconclusos.
El trino de un ave acompaña el baile,
una sonrisa se escapa de mi boca,
y un suspiro brota de mi alma.
Mi cuerpo se acerca al tuyo,
y a cámara lenta, sin prisa,
mis manos se posan en ti.
Te oigo suspirar y todo se hace uno,
la luz, el calor,
y hablan el mismo idioma.
-marian tarazona-
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